Blog Católico de Javier Olivares, jubilado
LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO
EN IMAGENES:
LOS SIETE DONES
El don de sabiduría
nos hace comprender la maravilla insondable de Dios
y nos impulsa a buscarle sobre todas las cosas
y en medio de nuestro trabajo y nuestras obligaciones.
El don de entendimiento,
nos descubre con mayor claridad
las riquezas de la fe.
El don de consejo
nos señala los caminos de la santidad,
el querer de Dios en nuestra vida diaria,
nos anima a seguir la solución que más concuerda con la gloria de Dios
y el bien de los demás.
El don de fortaleza
nos alienta continuamente
y nos ayuda a superar las dificultades
que sin duda encontramos en nuestro caminar hacia Dios.
El don de ciencia
nos lleva a juzgar con rectitud de las cosas creadas
y a mantener nuestro corazón en Dios
y en lo creado en la medida que nos lleve a Él.
El don de piedad
nos mueve a tratar a Dios
con la confianza con la que un hijo trata a su Padre.
El don del temor de Dios
nos induce a huir de las ocasiones de pecar,
a no ceder a la tentación,
a evitar todo mal que pueda contristar al Espíritu Santo,
a temer radicalmente separarnos
de Aquél a quien amamos y constituye nuestra razón de ser y vivir.
enlaces interesantes:
http://www.adorasi.com/temas/reflexiones-cristianas/dones-y-frutos-del-espiritu-santo.php
Dones
y frutos del Espíritu Santo
Meditación
y Reflexiones Cristianas: Dones y frutos del Espíritu SantoVivimos rodeados de
regalos de Dios. Fue sobretodo en el momento de nuestro Bautismo cuando nuestro
Padre Dios nos llenó de bienes incontables. Junto con la gracia, Dios adornó
nuestra alma con las virtudes sobrenaturales y los dones del Espíritu Santo.
El
Espíritu Santo nos inspira (Mateo 10, 19 ss; Juan 3, 8), nos enseña (Juan 14,
26), nos guía (Juan 16, 13), nos consuela (Juan 14, 16), nos santifica (Romanos
15, 16), nos vivifica (Romanos 8, 11). Por eso nuestro Señor Jesús lo llama
“otro Paráclito” (Juan 14, 16), palabra griega que significa literalmente
“aquél que es invocado” y, por lo tanto, abogado, mediador, defensor,
consolador.
El
abogado defensor es aquel que, poniéndose de parte de los que son culpables
debido a sus pecados, los defiende del castigo merecido, los salva del peligro
de perder la vida y la salvación eterna. Esto es lo que ha realizado Cristo, y
el Espíritu Santo es llamado “otro paráclito” porque continúa haciendo operante
la redención con la que Cristo nos ha librado del pecado y de la muerte eterna.
El
Espíritu Santo, a través de sus dones, va conformando nuestra vida según las
maneras y modos propios de un hijo de Dios que se guía ahora por el querer de
Dios, Su Voluntad, y no por nuestros gustos y caprichos.
Hoy
le pedimos al Paráclito, nuestro Divino Santificador, que doblegue lo que es
rígido en nosotros, particularmente la rigidez de la soberbia, que caliente en
nosotros lo que es frío, la tibieza en el trato con Dios; que enderece lo
extraviado.
Meditación
y Reflexiones Cristianas: Dones y frutos del Espíritu SantoLa Iglesia nos
invita de muchas maneras a preparar nuestra alma a la acción del Espíritu
Santo. En el Catecismo nos da la relación de estos maravillosos dones:
El
don de inteligencia, que nos descubre con mayor claridad las riquezas de la fe.
El
don de ciencia, que nos lleva a juzgar con rectitud de las cosas creadas y a
mantener nuestro corazón en Dios y en lo creado en la medida que nos lleve a
Él.
El
don de sabiduría, que nos hace comprender la maravilla insondable de Dios y nos
impulsa a buscarle sobre todas las cosas y en medio de nuestro trabajo y
nuestras obligaciones.
El
don de consejo, que nos señala los caminos de la santidad, el querer de Dios en
nuestra vida diaria, nos anima a seguir la solución que más concuerda con la
gloria de Dios y el bien de los demás.
El
don de piedad, que nos mueve a tratar a Dios con la confianza con la que un hijo
trata a su Padre.
El
don de fortaleza, que nos alienta continuamente y nos ayuda a superar las
dificultades que sin duda encontramos en nuestro caminar hacia Dios.
El
temor de Dios, que nos induce a huir de las ocasiones de pecar, a no ceder a la tentación, a
evitar todo mal que pueda contristar al Espíritu Santo, a temer radicalmente
separarnos de Aquél a quien amamos y constituye nuestra razón de ser y vivir.
Contrarias
al Espíritu son las obras de la carne: “fornicación, impureza, libertinaje,
idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones,
disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes... quienes hacen
tales cosas no heredarán el Reino de Dios” (Gálatas 5, 19-21).
“En
cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad,
bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí; contra tales cosas no hay ley.
Pues los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y
sus apetencias. Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el
Espíritu.” (Gálatas 5, 22-25).
Seamos
cada vez más dóciles a las gracias que continuamente nos otorga el Paráclito y
recibamos el fruto del Espíritu con agradecimiento y humildad.
Acercarnos
a la Virgen, Esposa del Espíritu Santo, es un modo seguro de disponer nuestra
alma a los nuevos dones que el Paráclito quiera darnos.
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