Blog Católico de Javier Olivares, jubilado
Como para fiarse de la Hillary Clinton! Eso explica la trágala con las costumbres de su marido
¿QUE EL
PODER POLÍTICO REFORME LA RELIGIÓN?
Hillary
Clinton delata la agenda oculta del nuevo orden mundial
Hillary Clinton
José Javier Esparza
Domingo, 3. Mayo 2015
sobre las sorprendentes palabras de
Hillary Clinton. Quizá la dama ha hablado más de lo conveniente.
Hillary Clinton. / Efe
“Los códigos culturales
profundamente arraigados, las creencias religiosas y las fobias estructurales
han de modificarse. Los gobiernos deben emplear sus recursos coercitivos para
redefinir los dogmas religiosos tradicionales”.
Estas palabras de Hillary
Clinton, pronunciadas públicamente y sin tapujos en un simposio pro abortista,
han dejado a más de uno con la boca abierta.
¿Reformar coercitivamente las
religiones? ¿Dónde queda entonces la libertad religiosa? ¿Modificar las
identidades culturales? ¿Dónde queda entonces la libertad, simplemente, de
existir?
Semejantes intenciones, en boca nada menos que de la principal
candidata demócrata a la presidencia de los Estados Unidos, deberían haber
abierto un fuerte debate.
No ha sido así. !!!
Muy significativamente, los
principales medios de comunicación en todo occidente han preferido silenciar el
asunto. Revelador!!!.
¿Qué significa eso que
ha dicho Hillary Clinton?
Uno, que los “códigos culturales profundamente
arraigados”, esto es, las identidades culturales tradicionales, son en realidad
nidos de “fobias estructurales”, es decir, prejuicios que es justo y razonable
eliminar.
Dos, que dentro de esas “fobias estructurales” están “los dogmas
religiosos tradicionales”.
Tres, que los gobiernos, el poder público, están
legitimados para utilizar su fuerza coercitiva contra los dogmas religiosos y
las identidades culturales.
Cuando se repara en que esa fuerza coercitiva es,
en plata, el “monopolio legal de la violencia”, uno frunce inevitablemente el
ceño en un gesto de preocupación. Cuando además se constata que las “fobias” y
los “dogmas” son los principios tradicionales de la civilización occidental, es
decir, la filosofía natural (por ejemplo, el derecho a la vida), entonces la
preocupación asciende hasta la alarma.
Lo que Hillary Clinton ha expresado es
un proyecto político totalitario de ingeniería social y cultural. Ni más, ni
menos.
Ese proyecto ya está en
marcha
¿Sorprendente? En
realidad, no tanto. Esos tópicos no son nuevos: circulan en la ideología
moderna desde la revolución francesa.
Por otro lado, guardan perfecta
consonancia con lo que hemos venido viendo en occidente en los últimos
veinticinco años, desde la caída del Muro de Berlín en 1989: los programas de
ingeniería social de la ONU –con frecuencia avalados por los Estados Unidos-,
las políticas abortistas y homosexualistas adoptadas por casi todos los países
europeos y el desmantelamiento de las identidades étnicas en el espacio
occidental. Hillary Clinton se ha limitado a hacer patente lo que ya estaba
latente.
Estas palabras de
Hillary Clinton han sido interpretadas en clave estrictamente norteamericana:
son un proyecto de ingeniería social –más bien diríamos espiritual- en un país
que se precia de haber nacido sobre la base de la libertad religiosa. Es cierto
que, en el contexto norteamericano, semejantes ideas no dejan de ser una
rectificación de la propia identidad fundacional del país, de manera que es
comprensible el estupor de muchos. Sin embargo, los propósitos de Clinton
forman parte de los temas habituales de la izquierda yanqui desde 1968. Por así
decirlo, lo que hemos visto ahora es su “puesta de largo”, su transformación en
programa político sin camuflajes.
Del mismo modo, muchos
observadores han visto en estas declaraciones de Hillary Clinton una especie de
declaración de guerra contra el cristianismo.
Es también una perspectiva
correcta, pero incompleta: la guerra no atañe sólo a las religiones
tradicionales, sino que se extiende, como dice la propia señora Clinton, a los
“códigos culturales arraigados”.
Es decir que toda identidad cultural
histórica, sean cuales fueren su espacio y naturaleza, deben también ser
reformadas coercitivamente por el poder público.
No es sólo la religión la que
corre peligro; la amenaza se extiende a cualquier rasgo identitario que no
encaje con el programa del “tiempo nuevo” marcado por la globalización y su
potencia hegemónica, que son los Estados Unidos de América.
¿Y los europeos qué
hacemos? En general, seguir la estela!!!.
Bien es cierto que el camino presenta
complicaciones inesperadas y éstas han tardado poco en surgir. Es francamente
difícil mantener la cohesión social en un contexto de desmantelamiento de los
“códigos culturales profundamente arraigados”. A este respecto la experiencia
francesa es sumamente interesante: desde los años 80, Francia ha vivido un
proceso de construcción de una nueva identidad sobre la base de la llamada
“identidad republicana” que, en la práctica, ha consistido en la destrucción de
los referentes clásicos de la nación y su sustitución por dogmas nuevos.
“Francia –decía De Gaulle- es una nación europea de raza blanca y religión
cristiana”. Empezó a dejar de serlo muy poco después de la muerte del general.
El europeísmo se convirtió en una suerte de cosmopolitismo que veía a Francia
como protagonista de un mundo sin fronteras, un mundo en el que la propia
Europa no es otra cosa que una región privilegiada en el contexto global.
Asimismo, cualquier factor de carácter étnico –racial, cultural, etc.- empezó a
ser tabú en provecho de una sociedad de nuevo cuño edificada sobre la afluencia
masiva de población extranjera.
En cuanto a la religión, iba a ser
sistemáticamente postergada en la estela de un laicismo radical que no ha
amainado ni siquiera cuando Sarkozy, en San Juan de Letrán, descubrió ante
Benedicto XVI los valores del “laicismo positivo”. El resultado ha sido una
nación desarticulada en lo político, lo económico y lo social. El discurso
oficial sigue caminando hacia el mismo sitio, pero la realidad social ya marcha
por otra.
El crecimiento del Frente Nacional no es un azar. Los políticos
tratan de reaccionar adaptándose al terreno. Lo último fue ver al primer
ministro Valls, que el año anterior había abierto institucionalmente el
ramadán, reivindicar ahora el carácter inequívocamente cristiano de Francia.
Quizá demasiado tarde.
Sea como fuere, lo que
ha expuesto la candidata demócrata a la presidencia de los Estados Unidos es
mucho más que una declaración de intenciones: es cabalmente el programa del
nuevo orden mundial, que para imponerse sin grandes resistencias necesita,
precisamente, derruir los arraigos culturales y las religiones tradicionales.
Era inevitable que alguien terminara invocando la fuerza del Estado para
ejecutar coercitivamente la operación.
Hillary Clinton lo ha hecho. La
izquierda europea, muy probablemente, se subirá al carro. Así veremos a nuestra
izquierda respaldar la política mundialista en nombre del progreso. Las vueltas
que da la vida…!!!
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