viernes, 17 de noviembre de 2017

Sábado XXXII del tiempo ordinario Texto del Evangelio (Lc 18,1-8):

Blog Católico de Javier Olivares, jubilado

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Día litúrgico: Sábado XXXII del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Lc 18,1-8): En aquel tiempo, Jesús les propuso una parábola para inculcarles que es preciso orar siempre sin desfallecer. «Había un juez en una ciudad, que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había en aquella ciudad una viuda que, acudiendo a él, le dijo: ‘¡Hazme justicia contra mi adversario!’. Durante mucho tiempo no quiso, pero después se dijo a sí mismo: ‘Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, como esta viuda me causa molestias, le voy a hacer justicia para que no venga continuamente a importunarme’».
Dijo, pues, el Señor: «Oíd lo que dice el juez injusto; y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que están clamando a Él día y noche, y les hace esperar? Os digo que les hará justicia pronto. Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?».

«Es preciso orar siempre sin desfallecer»
+ Rev. D. Joan FARRÉS i Llarisó
(Rubí, Barcelona, España)
Hoy, en los últimos días del año litúrgico, Jesús nos exhorta a orar, a dirigirnos a Dios. Podemos pensar cómo los padres y madres de familia esperan que —¡todos los días!— sus hijos les digan algo, que les muestren su afecto amoroso.

Dios, que es Padre de todos, también lo espera. Jesús nos lo dice muchas veces en el Evangelio, y sabemos que hablar con Dios es hacer oración. La oración es la voz de la fe, de nuestra creencia en Él, también de nuestra confianza, y ojalá fuera también siempre manifestación de nuestro amor.

A fin de que nuestra oración sea perseverante y confiada, dice san Lucas, que «Jesús les propuso una parábola para inculcarles que es preciso orar siempre sin desfallecer» (Lc 18,1). Sabemos que la oración se puede hacer alabando al Señor o dando gracias, o reconociendo la propia debilidad humana —el pecado—, implorando la misericordia de Dios, pero la mayoría de las veces será de petición de alguna gracia o favor. Y, aunque no se consiga de momento lo que se pide, sólo el poder dirigirse a Dios, el hecho de poder contarle a ese Alguien la pena o la preocupación, ya será la consecución de algo, y seguramente —aunque no de inmediato, sino en el tiempo—, obtendrá respuesta, porque «Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que están clamando a Él día y noche (...)?» (Lc 18,7).

San Juan Clímaco, a propósito de esta parábola evangélica, dice que «aquel juez que no temía a Dios, cede ante la insistencia de la viuda para no tener más la pesadez de escucharla. Dios hará justicia al alma, viuda de Él por el pecado, frente al cuerpo, su primer enemigo, y frente a los demonios, sus adversarios invisibles. El Divino Comerciante sabrá intercambiar bien nuestras buenas mercancías, poner a disposición sus grandes bienes con amorosa solicitud y estar pronto a acoger nuestras súplicas».

Perseverancia en orar, confianza en Dios. Decía Tertuliano que «sólo la oración vence a Dios».

miércoles, 1 de noviembre de 2017

Día de TODOS LOS SANTOS. P. Javier Leoz,

Blog Católico de Javier Olivares, jubilado

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¿SEGUIR A JESUS? ¡POR QUÉ NO!  Por Javier Leoz


¿SEGUIR A JESUS? ¡POR QUÉ NO!  Por Javier Leoz

1. - En esta festividad de Todos los Santos, hemos de caer en la cuenta de una gran herencia: ser santo significa participar de la santidad de Dios. Un cristal por el que, la presencia del Señor, se ve nítidamente por las obras o un balcón abierto por el que, cuando se asoma, se escucha en toda su pureza la Palabra que nos ilumina.

Celebrar esta fiesta es sentirnos fascinados por lo alto. Cuando ascendemos a las montañas vienen a nuestros ojos imágenes de valles y de ríos, de cielos estrellados o de horizontes lejanos. En esta jornada de Todos los Santos no nos conformamos con subir a los cerros. Trepamos más arriba. Elevamos nuestros ojos a esa realidad que ha sido la razón y el motor, el existir y el triunfo definitivo de tantos hombres y mujeres que se dejaron seducir por la beldad de Dios. No se conformaron con lo que encontraban en el suelo, con las propuestas caducas de felicidad, con los atajos traicioneros. Los santos apostaron fuerte: descubrieron que Dios era lo máximo y dieron firme testimonio de El.

2.- ¿Es posible seguir a Jesús en estos tiempos?- ¿Está de moda ser santo? Interrogantes que sólo esperan y merecen una respuesta: ¡SI! ¡Es posible seguir a Cristo en medio de tanta mediocridad! ¿Cómo? Siendo diferentes a los modelos que nos propugna una sociedad saturada de falsos ídolos pero necesitada de auténticos referentes de justicia y de paz, de amor y de verdad. ¿Acaso podremos encontrar la santidad en las revistas que aceleran y confunden el corazón? ¡No! Las bienaventuranzas son, hoy más que nunca, “la cosmética esencial” para cuidar el alma y el rostro de un cristiano. Para saber si estamos en onda con Jesús de Nazaret. Para comprobar si, nuestros anhelos de santidad, son ciertos o –por el contrario- se quedaron en buenos propósitos.

Es posible seguir a Jesús porque, otros hermanos nuestros (también de carne y hueso, no de yeso o madera) lucharon por ello y, entre otras cosas, fueron inmensamente felices así. Es más, cerraron los ojos al mundo, y están viendo –cara a cara- a ese Dios con el cual tanto soñaron, por el que tanto se desvelaron y por el cual dieron hasta el último suspiro.

3.- ¿Dónde está entonces el secreto de la felicidad de Todos los Santos? En la belleza interior. Como nosotros tuvieron un punto de salida (el Bautismo) pero se tomaron como una fascinante tarea el llegar a la santidad desde Dios y sin olvidar nunca a Dios.

-Unos, sin quererlo, no pasaron desapercibidos. Fueron exigentes consigo mismos y dejaron huella allá por donde caminaron. Fueron fuego vivo y, desde lejos, se veía el humo de su vida cristiana.

-Otros, porque así lo quisieron, brillaron sólo para Dios. Tan sólo El, hoy seguimos sin saberlo nosotros, conoce quienes son, en qué altar de tierra o perdidos en el ancho horizonte se encuentran. Pero…fueron santos. Fueron brisa suave...pisada sin ruido….

Y, en medio de todo ello, nosotros. ¡Sí! ¡Nosotros! También estamos convocados a no quedarnos bajo mínimos. Podemos alcanzar altas cotas de perfección y de santidad, de caridad y de amor, de alegría verdadera y de esperanza cristiana.

4.- Mirar o festejar a estos grandes deportistas de la fe (conocidos o anónimos) no significa quedarnos en una simple contemplación (sería una traición a su gran obra). Honrar la memoria de Todos los Santos es recoger la antorcha que ellos sostuvieron en sus manos: la adhesión a Jesucristo muerto y resucitado, y saber crecer espiritualmente aún en medio de defectos o debilidades. ¿Cómo? Optando claramente, una y otra vez, por el camino de la conversión, la reconciliación y el perdón.

¿A que es posible? ¡Todos los Santos…nos dicen que sí! ¡Avancemos por el sendero que ellos nos dejaron iluminado!


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5.- ¿QUIÉNES SON TODOS LOS SANTOS?

Son, ni más ni menos, aquellos que en la Montaña de las Bienaventuranzas encontraron y renovaron, una y otra vez, su pasión y su carnet de identidad.

Los que, abriendo la ventana de su corazón, permitieron que entrase la luz divina y, con esa luz eterna, agradar totalmente a Dios sin olvidar al hombre.

Son, esos hermanos nuestros, que sin hacer cosas extraordinarias fueron grandes por su inmensa sencillez; en la oscuridad, nunca se cansaron de buscar al Señor y en la luz del mundo, nunca lo dejaron perder.

¿QUIÉNES SON TODOS LOS SANTOS
?
Son aquellos/as que fueron fieles al Señor sin doblegarse o arrodillarse a los pies de otros dioses.

Los que, en el sufrimiento, nunca se acobardaron y, en el éxito, no quisieron dar la espalda al Evangelio.

Los que, ante la injusticia, eran altavoz de los que no tenían voz o los que, ante la pobreza, sabían sembrar a Dios como riqueza

¿QUIÉNES SON TODOS LOS SANTOS?

Tal vez los que, sin levantar mucho ruido, hicieron un bien inmenso en tantos hombres y mujeres del mundo.

Aquellos que, en la soledad, acompañaron con horas sin término.

Los que, obligados a renunciar a su fe, prefirieron el martirio.
Los que, enmudecidos por muchos intereses, nunca callaron.
Los que, presionados por la hostilidad, sólo predicaron la paz.

¿QUIÉNES SON TODOS LOS SANTOS?

Son los que, lejos de dejarse seducir por la palabrería barata se dejaron llevar por la Palabra de Jesucristo.

Son los que, tentados por los mil sabores de la tierra no quisieron jamás apartarse del alimento del cielo: la Eucaristía.

Son los que, perseguidos por proclamar la verdad se crecieron y fueron fuertes hasta el último instante de sus vidas.

Son los que, además de amar con pasión la creación, nunca olvidaron que, Alguien, era su Creador

¿QUIÉNES SON TODOS LOS SANTOS?

Son los que pretendieron un mundo diferente atravesado por la estrella de la fe e iluminado por el Espíritu Santo.

Los que esperaron y soñaron con Dios como recompensa final.
Los que, sin ser entendidos ni comprendidos, han sido recibidos con un abrazo gratificante en el cielo.

Los que, con su vida y en su vida, por su vida y desde su vida quisieron y disfrutaron llevando a Dios hasta lo más hondo de su existencia.

Esos son… nuestros santos.

P. Javier Leoz