Blog Católico de Javier Olivares, jubilado
En
bicicleta con Dios
Al principio veía a Dios como el que me
observaba, como un juez que llevaba cuenta de lo que hacía mal, como para ver
si merecía el cielo o el infierno cuando muriera. Era como un presidente,
reconocía su foto cuando la veía, pero realmente no lo conocía.
Pero luego reconocí a mi Poder Superior;
parecía como si la vida fuera un viaje en bicicleta, pero era una bici de
dos, y noté que Dios viajaba atrás y me ayudaba a pedalear.
No sé cuando sucedió, no me di cuenta
cuando fue, que Él sugirió que cambiáramos lugares, lo que sí se es que mi
vida no ha sido la misma desde entonces.
Mi vida con Dios es muy emocionante. Cuando
yo tenía el control, yo sabía a donde iba. Era un tanto aburrido, pero
predecible. Era la distancia más corta entre dos puntos. Pero cuando Él tomó
el liderazgo, Él conocía otros caminos, caminos diferentes, hermosos, por las
montañas, a través de lugares con paisajes, velocidades increíbles.
Lo único
que podía hacer era sostenerme; aunque pareciera una locura, Él sólo me
decía: "¡Pedalea!"
Me preocupaba y ansiosamente le preguntaba,
"¿A dónde me llevas?" Él sólo sonreía y no me contestaba, así que
comencé a confiar en Él.
Me olvidé de mi aburrida vida y comencé una
aventura, y cuando yo decía "estoy asustado", Él se inclinaba un
poco para atrás y tocaba mi mano.
Él me llevó a conocer gente con dones,
dones de sanidad y aceptación, de gozo.
Ellos me dieron esos dones para llevarlos
en mi viaje; nuestro viaje, de Dios y mío.
Y allá íbamos otra vez. Él me dijo:
"Comparte estos dones, dalos a la gente, son sobrepeso, mucho peso
extra". Y así lo hice... a la gente que conocimos, encontré que en el
dar yo recibía y mi carga era ligera.
No confié mucho en Él al principio, en
darle el control de mi vida.
Pensé que la echaría a perder, pero Él
conocía cosas que yo no sabía acerca de andar en bici... secretos.
Él sabía como doblar para dar vueltas
cerradas, brincar para librar obstáculos llenos de piedras, inclusive volar
para evitar horribles caminos.
Y ahora estoy aprendiendo a callar y
pedalear por los más extraños lugares.
Estoy aprendiendo a disfrutar de la vista y
de la suave brisa en mi cara y sobre todo de la increíble y deliciosa
compañía de mi Dios.
Y cuando estoy seguro que
ya no puedo más, Él sólo sonríe y me dice:
"¡Pedalea!"
Colaboración de
Elizabeth Vázquez de León, Gto.,
México.
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