Blog Católico de Javier Olivares, jubilado

Contemplar el Evangelio de hoy
Evangelio de hoy
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Día litúrgico: 29 de Junio:
San Pedro y san Pablo, apóstoles
Texto del Evangelio (Mt 16,13-19):
En aquel tiempo,
llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus
discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?». Ellos
dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o
uno de los profetas». Díceles Él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?». Simón
Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le
dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto
la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te
digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas
del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los
Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que
desates en la tierra quedará desatado en los cielos».

«Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo»
Mons. Jaume PUJOL i Balcells Arzobispo de Tarragona
y Primado de
Cataluña (Tarragona, España)
Hoy celebramos la solemnidad de San Pedro y San Pablo, los
cuales fueron fundamentos de la Iglesia primitiva y, por tanto, de nuestra fe
cristiana. Apóstoles del Señor, testigos de la primera hora, vivieron aquellos
momentos iniciales de expansión de la Iglesia y sellaron con su sangre la
fidelidad a Jesús. Ojalá que nosotros, cristianos del siglo XXI, sepamos ser
testigos creíbles del amor de Dios en medio de los hombres tal como lo fueron
los dos Apóstoles y como lo han sido tantos y tantos de nuestros conciudadanos.
En una de las primeras intervenciones del Papa Francisco,
dirigiéndose a los cardenales, les dijo que hemos de «caminar, edificar y
confesar». Es decir, hemos de avanzar en nuestro camino de la vida, edificando
a la Iglesia y confesando al Señor. El Papa advirtió: «Podemos caminar tanto
como queramos, podemos edificar muchas cosas, pero si no confesamos a Jesucristo,
alguna cosa no funciona. Acabaremos siendo una ONG asistencial, pero no la
Iglesia, esposa del Señor».
Hemos escuchado en el Evangelio de la misa un hecho central para
la vida de Pedro y de la Iglesia. Jesús pide a aquel pescador de Galilea un
acto de fe en su condición divina y Pedro no duda en afirmar: «Tú eres el
Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16). Inmediatamente, Jesús instituye el
Primado, diciendo a Pedro que será la roca firme sobre la cual se edificará la
Iglesia a lo largo de los tiempos (cf. Mt 16,18) y dándole el poder de las
llaves, la potestad suprema.
Aunque Pedro y sus sucesores están asistidos por la fuerza del
Espíritu Santo, necesitan igualmente de nuestra oración, porque la misión que
tienen es de gran trascendencia para la vida de la Iglesia: han de ser
fundamento seguro para todos los cristianos a lo largo de los tiempos; por
tanto, cada día nosotros hemos de rezar también por el Santo Padre, por su
persona y por sus intenciones.

«Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo»
+ Mons. Pere TENA i Garriga
Obispo Auxiliar Emérito de Barcelona
(Barcelona, España)
Hoy es un día consagrado por el martirio de los apóstoles san
Pedro y san Pablo. «Pedro, primer predicador de la fe; Pablo, maestro
esclarecido de la verdad» (Prefacio). Hoy es un día para agradecer la fe
apostólica, que es también la nuestra, proclamada por estas dos columnas con su
predicación. Es la fe que vence al mundo, porque cree y anuncia que Jesús es el
Hijo de Dios: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16). Las otras
fiestas de los apóstoles san Pedro y san Pablo miran a otros aspectos, pero hoy
contemplamos aquello que permite nombrarlos como «primeros predicadores del
Evangelio» (Colecta): con su martirio confirmaron su testimonio.
Su fe, y la fuerza para el martirio, no les vinieron de su
capacidad humana. No fue ningún hombre de carne y sangre quien enseñó a Pedro
quién era Jesús, sino la revelación del Padre de los cielos (cf. Mt 16,17).
Igualmente, el reconocimiento “de aquel que él perseguía” como Jesús el Señor
fue claramente, para Saulo, obra de la gracia de Dios. En ambos casos, la
libertad humana que pide el acto de fe se apoya en la acción del Espíritu.
La fe de los apóstoles es la fe de la Iglesia, una, santa,
católica y apostólica. Desde la confesión de Pedro en Cesarea de Filipo, «cada
día, en la Iglesia, Pedro continúa diciendo: ‘¡Tú eres el Cristo, el Hijo del
Dios vivo!’» (San León Magno). Desde entonces hasta nuestros días, una multitud
de cristianos de todas las épocas, edades, culturas, y de cualquier otra cosa
que pueda establecer diferencias entre los hombres, ha proclamado unánimemente
la misma fe victoriosa.
Por el bautismo y la confirmación estamos puestos en el camino
del testimonio, esto es, del martirio. Es necesario que estemos atentos al
“laboratorio de la fe” que el Espíritu realiza en nosotros (San Juan Pablo II),
y que pidamos con humildad poder experimentar la alegría de la fe de la
Iglesia.
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