Blog Católico de Javier Olivares, jubilado
Contemplar
el Evangelio de hoy
Evangelio
de hoy
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Día
litúrgico: Martes XXVI del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 9,51-56):
Sucedió que como se iban cumpliendo los días de su asunción, Él se afirmó en su
voluntad de ir a Jerusalén, y envió mensajeros delante de sí, que fueron y
entraron en un pueblo de samaritanos para prepararle posada; pero no le
recibieron porque tenía intención de ir a Jerusalén. Al verlo sus discípulos
Santiago y Juan, dijeron: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo
y los consuma?». Pero volviéndose, les reprendió; y se fueron a otro pueblo.
«Volviéndose,
les reprendió»
Rev. D.
Llucià POU i Sabater
(Granada,
España)
Hoy, en el Evangelio,
contemplamos cómo «Santiago y Juan, dijeron: ‘Señor, ¿quieres que digamos que
baje fuego del cielo y los consuma?’. Pero volviéndose, les reprendió» (Lc
9,54-55). Son defectos de los Apóstoles, que el Señor corrige.
Cuenta la historia de un aguador
de la India que, en los extremos de un palo que colgaba en sus espaldas,
llevaba dos vasijas: una era perfecta y la otra estaba agrietada, y perdía
agua. Ésta —triste— miraba a la otra tan perfecta, y avergonzada un día dijo al
amo que se sentía miserable porque a causa de sus grietas le daba sólo la mitad
del agua que podía ganar con su venta. El trajinante le contestó: —Cuando
volvamos a casa mira las flores que crecen a lo largo del camino. Y se fijó:
eran flores bellísimas, pero viendo que volvía a perder la mitad del agua,
repitió: —No sirvo, lo hago todo mal. El cargador le respondió: —¿Te has fijado
en que las flores sólo crecen a tu lado del camino? Yo ya conocía tus fisuras y
quise sacar a relucir el lado positivo de ellas, sembrando semilla de flores
por donde pasas y regándolas puedo recoger estas flores para el altar de la
Virgen María. Si no fueses como eres, no habría sido posible crear esta
belleza.
Todos, de alguna manera, somos
vasijas agrietadas, pero Dios conoce bien a sus hijos y nos da la posibilidad
de aprovechar las fisuras-defectos para alguna cosa buena. Y así el apóstol
Juan —que hoy quiere destruir—, con la corrección del Señor se convierte en el
apóstol del amor en sus cartas. No se desanimó con las correcciones, sino que
aprovechó el lado positivo de su carácter fogoso —el apasionamiento— para
ponerlo al servicio del amor. Que nosotros también sepamos aprovechar las
correcciones, las contrariedades —sufrimiento, fracaso, limitaciones— para
“comenzar y recomenzar”, tal como san Josemaría definía la santidad: dóciles al
Espíritu Santo para convertirnos a Dios y ser instrumentos suyos.
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