Blog Católico de Javier Olivares, jubilado
(Este testimonio,
redactado por ReL, lo tomamos del recomendable libro de José Miguel Cejas,
Cálido viento del norte).
De devoto niño luterano a joven sacerdote católico y, después,
obispo en la secularizada Finlandia

El obispo de Helsinki, Teemu Sippo, se interesó por la Iglesia
sin ni siquiera haber visto a un católico en su vida
ReL12 agosto 2016TAGS
HISTORIAS DE CONVERSIÓN
“¿Por qué un joven finlandés, sin ningún contacto con el
catolicismo, experimentó de repente ese profundo interés por conocerlo?”. Esta
fue la pregunta que le formuló en Roma el año 2010 el Papa Benedicto XVI al
obispo de Helsinki, Teemu Sippo. La pregunta no era un mero ejercicio de
sociología o antropología religiosa y, menos aún, el deseo de satisfacer una
curiosidad. El entonces pontífice preguntaba por lo que había acontecido en la
mente y el corazón de su interlocutor, un caso extraordinario que tuvo como
escenario una de las sociedades más secularizadas del planeta, la finlandesa.
La respuesta del prelado nacido en 1945 en Lahti, sur de
Finlandia, fue a la vez simple… y desconcertante: “No lo sé. Fue una gracia de
Dios”.
Él mismo explica sus orígenes religiosos y las circunstancias
que lo llevaron a, primero, interesarse por la Iglesia católica y,
posteriormente, ordenarse sacerdote.
En la iglesia, quietos como estatuas
Segundo de cinco hermanos, creció en una familia luterana que
giraba en torno a su abuela, una mujer cariñosa y buena, según recuerda, que
los llevaba a la iglesia cada domingo.
“Teníamos que estar sin movernos, quietos como una estatua, en
silencio y además –y eso era lo más difícil- sin estornudar. ¡Y ay de aquel que
cuchicheara algo por lo bajo!”. A pesar de ello, asegura, le encantaba ir a los
servicios luteranos pues “tocaban una piezas maravillosas en el órgano”.

Teemu Sippo, obispo de Finlandia (a la izquierda del Papa), y
representantes de otras confesiones en una audiencia con el papa Benedicto XVI
“¡No había visto a un católico en mi vida!”
Tras la muerte de su abuela, la familia se trasladó a Helsinki,
en un momento de gran cambio social, pues de estar la sociedad finlandesa
bastante apartada del resto de Europa, especialmente por su situación
geográfica, gracias a medios de comunicación
como la televisión, comenzó a tener mejor conocimiento de otras culturas,
mentalidades y religiones.
“Yo, en concreto, me interesé por la Iglesia católica. ¿Por qué?
No lo sé. ¡No había visto a un católico en mi vida!”.
En 1965, cuando él tenía 18 años, la familia se mudó a Tampere.
Allí, lejos de olvidarse del catolicismo, buscó más información. Sus
indagaciones lo llevaron al único espacio católico que había en la ciudad, un
pequeño oratorio, situado en el segundo piso de una casa de vecinos normal y
corriente.
“Pulsé el timbre y me recibió el párroco, un religioso dehoniano
que me enseñó la iglesia… Comencé a asistir a misa y, al año siguiente, en
1966, decidí ser católico. Y además, sacerdote”.

Iglesia de la Santa Cruz, en Tampere
“No se trataba de un fervor momentáneo”
Después de hacer la profesión de fe, le solicitó al párroco
iniciar a la brevedad su formación eclesiástica. La respuesta del cura fue una
pregunta: “¿Por qué no haces primero el servicio militar y luego
hablamos?”. Y así lo hizo. Y regresó tiempo después para reiterarle su
deseo. “Comprobó que no se trataba de un fervor momentáneo”, comenta.
El entonces obispo de Helsinki, un religioso dehoniano holandés,
monseñor Verschuren, escucha con atención al joven converso y le propone
realizar sus estudios en Alemania y tener allí una mayor experiencia más
profunda de la Iglesia y del sacerdocio. Allí, atraído por la vida y el carisma
del padre Dehon (un abogado francés del siglo XIX ordenado sacerdote en 1868 y
que fundó una Congregación para promover la devoción al Sagrado Corazón, entre
otras tareas, y que posteriormente devino en el instituto de los Sacerdotes del
Corazón de Jesús), decide hacerse dehoniano.
“Para un joven finlandés de veintidós años como yo, católico
desde los diecinueve, aquello suponía un reto casi inalcanzable: tenía que
estudiar latín, griego, hebreo… ¡y alemán, para entender las clases sobre esas
materias!”.
Sacerdote… el único residente en Finlandia
El 28 de mayo de 1977, el obispo Verschuren le ordena sacerdote
en Helsinki y es destinado a la “Atenas de Finlandia”, la ciudad universitaria
de Jyväskylä, en una parroquia, una de las cinco que había en todo el país (hoy
son siete), y de la que dependía la mitad de Finlandia, con unos trescientos
católicos de diversas razas y procedencias (habían filipinos, alemanes,
africanos, sudamericanos… cada uno, por supuesto, con su propia cultura,
mentalidad, lengua, tradiciones) que vivían en lugares muy alejados entre
sí. Era una tarea pastoral nada fácil de
llevar a cabo.
Posteriormente, en la otra parroquia de Helsinki, San Enrique, y
al ser el único sacerdote católico residente en el país, Teemu Sippo se
convirtió en “el rostro para enseñar” del catolicismo finlandés.
Obispo… después de 500 años y ¡en una catedral luterana!
“Tragué saliva, me encomendé al Señor, y dije OK”. Así recuerda
su reacción quien entonces era uno de los primeros sacerdotes católicos
finlandeses desde la Reforma protestante, cuando al acudir a la nunciatura, que
estaba en Estocolmo, le comunican el deseo del papa de consagrarlo obispo
(Verschuren había sido nombrado obispo auxiliar de Lublin, Polonia).
La consagración se realizó el 5 de septiembre de 2009, pero no
en un templo católico sino ¡en una catedral luterana!, la de Turku, tras la
autorización (previa sorpresa) de Roma. La ceremonia se retransmitió varias
veces por la televisión.
“Era la primera vez, después de quinientos años, que se ordenaba
en Finlandia un obispo católico nacido en el propio país. ¡El anterior fue
Arvid Kurki, que murió en 1522!”, reseña con admiración Sippo.

Catedral luterana de Turku, Finlandia, donde en septiembre de
2009 fue consagrado obispo monseñor Sippo
Finlandia hoy: un país rico, pero pobre…
Actualmente Finlandia cuenta con siete parroquias para un país
que cuenta con menos del 0,2% de población católica. Hay dos en Helsinki y las
otras cinco en otras tantas ciudades.
“Durante las últimas décadas Finlandia se ha convertido en un
país rico. En lo espiritual, sin embargo, tenemos carencias notables”, apunta
monseñor Sippo, y da algunos ejemplos: “Hay muchos niños católicos que no
reciben una formación religiosa adecuada, y aunque procuramos que asistan a los
campamentos de verano de inspiración católica, no nos resulta fácil porque aquí
las distancias son enormes, y al haber tantos matrimonios mixtos, la
transmisión de la fe tropieza con dificultades. Nos faltan sacerdotes, nos
faltan vocaciones sacerdotales, nos faltan catequistas… Pero como estamos en
las manos de Dios, disponemos en abundancia de lo único realmente importante:
la gracia. Al fin y al cabo, eso era lo único con lo que yo contaba cuando
pulsé el timbre de aquella puerta, en el segundo piso de una modesta casa de
vecinos de Tampere”.
(Este testimonio,
redactado por ReL, lo tomamos del recomendable libro de José Miguel Cejas,
Cálido viento del norte).
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