Blog Católico de Javier Olivares, jubilado
HIJO PREFERIDO
Cierta vez preguntaron a una
madre cuál era su hijo preferido, aquel que ella más amaba.
Y ella, dejando entrever una
sonrisa, respondió: Nada es más voluble que un corazón de madre.
Y, como madre, le respondo: el
hijo dilecto, aquel a quien me dedico de cuerpo y alma...
Es mi hijo enfermo, hasta que
sane.
El que partió, hasta que vuelva.
El que está cansado, hasta que
descanse.
El que está con hambre, hasta que
se alimente.
El que está con sed, hasta que
beba.
El que está estudiando, hasta que
aprenda.
El que está desnudo, hasta que se
vista.
El que no trabaja, hasta que se
emplée.
El que se enamora, hasta que se
case.
El que se casa, hasta que
conviva.
El que es padre, hasta que los
críe.
El que prometió, hasta que
cumpla.
El que debe, hasta que pague.
El que llora, hasta que calle.
Y ya con el semblante bien
distante de aquella sonrisa, completó:
El que ya me dejó...
...hasta que lo reencuentre...
LA NUEVA GENERACION DE PADRES DE
FAMILIA
Somos de las primeras
generaciones de padres decididos a no repetir con los hijos los mismos errores
que pudieron haber cometido nuestros progenitores.
Y en el esfuerzo de abolir los
abusos del pasado, ahora somos los más dedicados y comprensivos, pero a la vez
los más débiles e inseguros que ha dado la historia.
Lo grave es que estamos lidiando
con unos niños más "igualados", beligerantes y poderosos que nunca
existieron.
Parece que en nuestro intento por
ser los padres que quisimos tener, pasamos de un extremo al otro. Así que,
somos los últimos hijos regañados por los padres y los primeros padres
regañados por nuestros hijos.
Los últimos que le tuvimos miedo
a nuestros padres y los primeros que tememos a nuestros hijos. Los últimos que
crecimos bajo el mando de los padres y los primeros que vivimos bajo el yugo de
los hijos.
Lo que es peor, los últimos que
respetamos a nuestros padres, y los primeros que aceptamos que nuestros hijos
no nos respeten.
En la medida que el permisivismo
reemplazó al autoritarismo, los términos de las relaciones familiares han
cambiado en forma radical, para bien y para mal.
En efecto, antes se consideraban
buenos padres a aquellos cuyos hijos se comportaban bien, obedecían sus órdenes
y los trataban con el debido respeto. Y buenos hijos a los niños que eran
formales y veneraban a sus padres.
Pero en la medida en que las
fronteras jerárquicas entre nosotros y nuestros hijos se han ido desvaneciendo,
hoy los buenos padres son aquellos que logran que sus hijos los amen, aunque
poco los respeten.
Y son los hijos quienes ahora
esperan el respeto de sus padres, entendiendo por tal que les respeten sus
ideas, sus gustos, sus apetencias, sus formas de actuar y de vivir. Y que
además les patrocinen lo que necesitan para tal fin.
Como quien dice, los roles se
invirtieron, y ahora son los papás quienes tienen que complacer a sus hijos
para ganárselos, y no a la inversa, como en el pasado.Esto explica el esfuerzo
que hoy hacen tantos papás y mamás por ser los mejores amigos de sus hijos y
parecerles "muy cool" a sus hijos.
Se ha dicho que los extremos se
tocan, y si el autoritarismo del pasado llenó a los hijos de temor hacia sus
padres, la debilidad del presente los llena de miedo y menosprecio al vernos
tan débiles y perdidos como ellos.
Los hijos necesitan percibir que
durante la niñez estamos a la cabeza de sus vidas como líderes capaces de
sujetarlos cuando no se pueden contener y de guiarlos mientras no saben para
dónde van.
Si bien el autoritarismo aplasta,
el permisivismo ahoga.
Sólo una actitud firme y
respetuosa les permitirá confiar en nuestra idoneidad para gobernar sus vidas
mientras sean menores, porque vamos adelante lidereándolos y no atrás
cargándolos y rendidos a su voluntad.
Es así como evitaremos que las
nuevas generaciones se ahoguen en el descontrol y hastío en el que se está
hundiendo la sociedad que parece ir a la deriva, sin parámetros, ni destino.
Volver a Historias de la vida
No hay comentarios:
Publicar un comentario